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AUDIORRELATO DE «ESA LLAMADA INESPERADA»

Armario de cuentos es una página web muy interesante y accesible a todos los escritores.

De manera gratuita graban tu relato y lo publican en diversas plataformas, incluyendo Spotify. Aquí os dejo esta historia que ya leíste, pero ahora tenéis la oportunidad de escucharla y sentirla aún más viva.

¡Espero que la disfrutéis!

Esa llamada inesperada (parte final)

Llega al fin el último capítulo de este cuento, relato o como queráis llamarlo… Una historia que comienza con una llamada inesperada y que lleva a estos dos hermanos a descubrir un misterio de familia desconocido. ¿Preparad@ para leer cómo acaba?

Tía Anita nos esperaba sentada en su sillón. Acabábamos de enterrar por segunda vez a nuestra madre, esta vez era la verdadera. Nos miró de arriba abajo al mismo entrar, con firmeza y sin pestañear. A pesar de todo lo sucedido, nuestra tía seguía siendo una persona igual de fuerte e imperturbable.

—No os voy a preguntar como estáis, porque yo estoy igual. —Quería aparentar serenidad pero su semblante expresaba todo lo contrario.

—Tía Anita, hemos estado hablando Pedro y yo —me atreví a comenzar la conversación que teníamos pendiente—. Estamos agotados tras todos estos días. Creo que ha habido demasiadas emociones juntas. Pero —hice una pausa intencionada— queremos saberlo todo.

—Es lógico —respondió al fin nuestra tía—. Cuando llegué aquella noche a aquel zulo y vi a vuestra madre tirada en el suelo y sangrando, pensé que vosotros también estaríais muertos. —Se llevó las manos al rostro sollozando—. ¡Cuánto miedo pasé entonces!

—Tía —dijo Pedro cogiéndole las manos en un gesto de comprensión y afecto—. ¿Por qué dejaste a nuestra madre sola ahí? No tendrías que…

—¡¡Lo sé!! Pero en ese momento fue la única solución que encontramos. Qué gran error el mío, creo que nunca me lo perdonaré.

Nos sentamos en el suelo junto a nuestra tía, mientras que ella seguía sentada en su sillón contemplando fijamente la pared que tenía delante, observando aquellos cuadros tan conocidos por nosotros. Cada uno le cogimos de una mano y entonces empezó a narrarnos la historia de nuestra familia, una familia que creíamos que había sido siempre aburrida y sin nada interesante que contar.

—Todo esto comenzó con vuestra abuela Marian, mi madre. Ella era apenas una chiquilla sin miramientos, sin demasiadas neuronas en la cabeza y un revuelo de hormonas en su cuerpo cuando… se enamoró. El afortunado fue un señor mucho mayor que ella, Patrick. Procedía de Irlanda y había venido a nuestro país a ganarse la vida. Desde el principio, nadie le ofrecía ningún tipo de trabajo, tal vez por su condición de inmigrante, o por su manera violenta de comportarse o… por lo que fuera, la cuestión es que con el tiempo decidió dedicarse al trapicheo. Empezó a robar en casas pudientes, cogiendo de ellas, en un principio, algo de dinero, pero terminó robando verdaderas joyas importante y de un nivel mundialmente reconocido. En esos robos siempre le seguía su pequeña secuaz, vuestra abuela. Como ya he dicho era tonta y joven y la mezcla de las dos cosas nunca da un buen resultado.

—¿Estás diciendo que la abuela Marian era una ladrona? —Se me curvaron los labios a modo de una sonrisa incrédula, era la primera vez que reía desde hacía días y me había olvidado lo agradable que era sentirse así, aunque solo fuera por unos segundos. Me hacía gracia recordar a nuestra anciana abuela e imaginarla de ladrona profesional.

—¡Qué increíble! —dijo Pedro también con un tono de guasa y mirándome con una amago de carcajada en su rostro.

—Sí, se convirtió en una ladrona experta, mejor dicho: Patrick la engañó y la convirtió en una ladrona especialista en joyas. Este hombre mantenía un romance con vuestra abuela, pero a la vez estaba casado y con tres hijos; ya os he dicho que era mayor que ella. Así que cuando la abuela se enteró de la vida paralela de su amado, decidió, a modo de venganza y por rencor, quedarse con una de las cosas de su último robo. El diamante Hope. ¿Lo conocéis? Se trata de un precioso diamante de origen indio, el cual tiene una maldición, todos los que lo poseen mueren trágicamente. Pero de esto vuestra abuela no tenía ni idea, además desconocía el valor de aquel diamante, pero que debía de ser alto por las ansias que se tomó Patrick por encontrar a mi madre a lo largo de toda su vida… Tras toda esta aventura, vuestra abuela ya no era bien recibida en su propia casa por su pasado con aquel señor, cuando más necesitaba de la ayuda de sus padres estos le dieron de lado. Así que empezó una nueva vida, marchándose a Madrid. Necesitaba una ciudad grande, de tal manera que a Patrick le resultase imposible encontrarla. Se casó con el que fue mi padre y vivieron tranquilos y felices hasta que un día, cuando vuestra madre y yo éramos apenas unas adolescentes, apareció un señor atractivo y con un acento peculiar en la puerta de casa, exigiendo ver a la abuela Marian. ¿Me vais siguiendo?

Los dos afirmamos con la cabeza en silencio. Por primera vez oíamos un hecho suntuoso en donde nuestros allegados eran los verdaderos protagonistas y no pretendíamos interrumpir el relato de tía Anita por el solo hecho de pronunciar un sí.

—Dijo llamarse, precisamente, Patrick. En ese momento ella no estaba, pero volvió a aparecer al día siguiente y así hasta que coincidió con la abuela Marian.

Está claro que cuando se vieron hubo algo más que chispas en sus ojos, pero los demás seguíamos sin comprender nada. Ese hombre le exigía a mi madre algo que no entendíamos y lo hacía con una violencia verbal que helaba la sangre. Cuando se marchó, vuestra abuela nos reunió y nos hizo sentarnos en este salón mientras contaba todo su pasado: que había sido una ladrona y que aquel señor había sido alguien especial pero del que tuvo que huir puesto que se había adueñado de algo que era de gran importancia para él. A pesar de que insistimos en que nos revelara qué era aquello que le había sustraído sin permiso, la abuela nunca nos confesó lo del diamante. Tras aquella charla nos prometió, sin dudarlo, que todo aquello se solucionaría.

Realmente, lo que este señor le pedía a vuestra abuela era el diamante Hope para pagar una importante deuda, se había quedado en la ruina. Es cierto que en su momento Patrick pudo entender que Marian cogiera el diamante por odio hacia él, aunque no le hiciera la menor gracia entonces; pero ahora, dejó ver, que era una necesidad poseerlo debido al dinero que le darían por esa joya, y evitar así que lo matasen. Quedaron pues al día siguiente para que la clemente de vuestra abuela le diera el diamante y por fin acabar con todo aquello. Sin embargo, justo ese día, de camino a nuestra casa, Patrick fue asesinado por la mafia de los acreedores que lo perseguían. Todo esto salió en los periódicos, incluyendo su pasado de maleante y mafioso. Muerto el perro se acabó la rabia, o al menos es lo que todos pensábamos… Con el tiempo, cuando ya la abuela estaba muy mayor y enferma recibimos una carta de Dublín.

—Recuerdo cuando la abuela estaba ya postrada en la cama durante todo el día. Mamá se pasaba con ella toda la semana, cuidándola, apenas pasaba por casa —interrumpió Pedro recibiendo un codazo por mi parte.

Nuestra tía continuó con la historia sin prestar demasiada atención al comentario de Pedro:

—El  remitente de aquella carta era un tal Sam. Tu madre y yo la leímos y entendimos que se trataba de uno de los hijos de Patrick. Este exigía la joya como parte de su herencia. Una joya que nosotras apenas teníamos conocimiento, pero supusimos que era lo que la abuela le había quitado rabiosa a Patrick y por lo que este había venido a nuestra casa por aquel entonces. El tal Sam informó que nos visitaría en unas semanas para que le entregáramos el diamante.

››Estaba claro que todo se solucionaría deshaciéndonos de una vez por todas de la joya. El problema: la abuela Marian ya no recordaba nada sobre aquel diamante, y mucho menos dónde lo había escondido durante todos esos años,  debido a su alzheimer.

Se hizo un silencio en el que miré a Pedro para ver si iba siguiendo la historia y si podía ver en sus ojos que esta le resultaba tan interesante como a mí, y así era. Mientras tanto, tía Anita aprovechó para coger aire y continuar:

—Sam no apareció hasta tres meses después, exigiendo lo que ya os he dicho, pero fue cuando la abuela peor estaba. De hecho, a las pocas semanas ella murió. Con la amenaza de Sam y sin saber dónde estaba aquel maldito diamante vivimos un periodo de desesperación. Decidimos darle una gran suma de dinero a aquel hombre con el fin de que nos dejara en paz; y lo conseguimos. Durante un tiempo volvimos a olvidarnos del diamante y de toda su historia.

››No obstante, hace unos 6 años, poco antes de que muriera vuestra madre por primera vez, llamó de nuevo Sam a esta casa reclamando, otra vez, el diamante Hope. No se creía que no tuviéramos ni remota idea de su localización. Sam demostraba ser el típico hombre, que como su padre, siempre andaba metido en problemas de dinero y pensaba que amenazándonos de nuevo conseguiría otra cantidad. Pero vuestra madre y yo ya estábamos hartas y elaboramos un plan con el fin de que no nos molestaran nunca más por este tema, queríamos zanjarlo de una vez por todas, ya eran muchos años con lo mismo y estábamos agotadas psicológicamente. Todo esto afectaba a nuestro día a día y era necesario buscar una solución. Se trataba de un plan peligroso, en el que ella perdía mucho más que yo.

››Con la ayuda de vuestro querido padre, decidimos fingir la muerte de mi hermana, vuestra madre, para nunca más ser molestada por este individuo. Luego, la otra parte era la más difícil de elaborar. Yo tenía que hacer creer a esta gente que estaba de su parte y que haría todo lo posible por ayudarles a encontrar el diamante, un manera encubierta de cuidar de mi familia, pero sin que ninguno de vosotros lo supiera. Tuve que hacer cosas horrorosas para hacerles creer de qué parte estaba, estos individuos son muy peligrosos y me jugaba la vida en cada asalto o cosa que hiciera.

Pedro y yo la mirábamos sin pestañear, como si estuviéramos en el cine viendo una película y estuviéramos en la parte con más tensión de esta.

—Mientras tanto, vuestra madre estaba a salvo en una casa de campo, de un familiar nuestro, alejada de todo y, tristemente, de todos. Esa fue la peor parte, nunca superó el no despedirse adecuadamente de vosotros y de su marido, sobre todo cuando se enteró que este había fallecido. Quiso ir al entierro, como es lógico, pero luego se dio cuenta de que eso le podría poner en peligro.

—¿Y eso iba durar toda la vida? que tu hicieras de mala y ella estuviera escondida hasta su muerte —pregunté algo encolerizada ante la atrocidad de aquella idea.

—No. el plan final era que yo, cogiera destrezas y habilidades de aquella banda de energúmenos y al final matar al cabecilla, Sam, y deshacer todo aquello al instante. He de deciros que iba por buen camino, estaba a punto de…

—Pero entonces mamá llamó por teléfono a sus hijos…

—¡Exacto! y ahí dio al traste con todo. Aunque yo estuviera en aquella banda y supiera que estabais protegidos por mí, sabía de buena tinta que también os controlaban: llamadas, salidas, entradas, trabajo… y cuando recibisteis esa llamada inesperada, supe que ellos también la habían oído. Además, lo comprobé justo aquella noche en la que llegasteis los dos contándome lo sucedido. Desde la ventana vi aparcado uno de los coches de la banda, ¡ya estaban en alerta desde el minuto uno!

››Sin mucho tiempo, decidí trazar un rapidísimo plan e ir cuanto antes a avisar a vuestra madre para esconderla en otro sitio y a la vez intentar que vosotros no os involucraseis demasiado en nada de esto. A pesar de mi rápida iniciativa, ellos me localizaron antes y no pude evitar que me siguieran mientras iba a informar a vuestra madre. Sin quererlo les llevé justo al sitio al que querían llegar y, antes de que pudiera avisarle de nada, la cogieron de sorpresa. La banda tenía la total seguridad de que era ella la que tenía la joya escondida ¿por qué sino había estado escondida todo este tiempo? Yo, como buena impostora que he sido a lo largo de estos cinco años, fingí alegrarme cuando la raptaron y encerraron, a la vez que me aconsejaron escribiros una nota para que cayerais en la trampa, creían que sabíais demasiado…

››Cuando Janet, la mujer de Sam, con los otros chicos fueron a por vosotros, yo aproveché para dar el cambiazo con mi hermana e ir a buscar a la policía y capturar a aquella panda de maleantes, a pesar de que me jugaba mi propio encarcelamiento por mi involucración en otros robos. Aquella noche, la única de la familia que sabía dónde estábamos geográficamente era yo, llegaría más pronto a comisaría para avisar de todo aquello, de ahí que os dejara solos.

››Cuando llegasteis adormecidos y os metieron en aquella habitación, ya se encargó vuestra madre, pasándose por mí, de explicar a los demás que no hacía falta vigilancia en su propia puerta, para así poder salir sin que nadie viera que aquella celda estaba, realmente, vacía. Y bueno, luego…pasó todo.

—¿Fue mamá la que hirió a aquella chica? ¿a Janet? —preguntó Pedro muy interesado.

—Sí, Janet ha contado a la policía que algo vio cuando entró vuestra madre a vuestro zulo, que no le cuadró, así que estuvo todo el rato vigilándoos. Cuando os dejó escapar, Janet estaba cerca para verlo, descubrió entonces el cambiazo y que todo lo mío había sido una farsa. Vuestra madre le disparó en la pierna para intentar defenderse y Janet hizo lo propio pero disparándole dos veces y en el pecho; aun así alega que lo hizo en defensa propia. —Enlazó sus manos, reprimiendo su rabia y continuó—. Sam fue detenido junto a los otros justo cuando llegué yo con la primera patrulla de policía. Al final todo se solucionó, en cierto modo.

—¿Por qué no fuisteis desde el principio a la policía? —quise saber.

—Pues cuando le dimos a Sam la primera cantidad de dinero confiamos en que todo se solucionaría, por lo que supusimos que no era necesario alarmarse ante esta gentuza. Luego, cuando vino por segunda vez nos amenazó con vehemencia lo que podía pasarnos si dábamos información a la policía. Además, no vi conveniente que las autoridades supieran algo sobre la banda, ya que de alguna manera yo era una más en ella —Aclaró tía Anita resuelta.

—Por tanto… tú tendrás que ir a declarar. ¿Crees que pueden meterte en la cárcel? —pregunté directamente.

—Puede. No lo sé.

‹‹Nos quedaríamos completamente solos Pedro y yo››. Es lo primero que me vino a la mente tras su respuesta. Y todo por una joya maldita que, además, había afectado a la vida de todos nosotros. En ese momento fui consciente de lo beneficioso que hubiera sido que nuestra familia no hubiera abandonado su permanente estado anodino, que siguiera pasando desapercibida, como siempre había ocurrido.

—Si supiéramos donde está la dichosa joya… creo que todos nuestros problemas se resolverían —me dije.

De repente el cuadro antiguo del arco iris, ese que había estado toda la vida en la pared de aquella casa, cayó estrepitosamente al suelo. Los tres nos quedamos en silencio, paralizados, mirándolo fijamente. Pedro se levantó para cogerlo, mientras que las damas seguíamos sentadas sin comentar nada.

—¡Vaya! parece que se ha roto el marco —observó Pedro.

—Y no solo el marco, fíjate en el color azul del arco iris —comenté—. Está rajado, como si con una navaja hubieran roto esa única parte.

—Qué extraño —empezó a decir tía Anita con voz tenue y arrebatándole el cuadro a Pedro de las manos—. Y aunque el color azul esté partido de parte a parte, sigue teniendo un fuerte reflejo… ¿de dónde narices procede?

Le dio la vuelta al cuadro y comenzó a rascar la parte de atrás que estaba igual, o más envejecida que la pintura de delante. La zona trasera había sido tapada por un papel continuo marrón y pegado, malamente, con cinta adhesiva, por lo que se intuía que era sencillo romperlo. Me sorprendió el ímpetu de tía Anita para destrozar esa parte del cuadro. No cabía duda de que no importaba romperlo por el reverso cuando la otra parte ya estaba hecha un desastre, pero no dejaba de crearme cierto malestar la pérdida de una pintura de toda la vida de la que siempre había guardado un gran cariño. En un suspiro arrancó todas las capas de papel que habían sido usadas para forrar aquello y a nuestra tía se le iluminó la cara. Nos sentamos cada uno en un brazo de su sillón y entonces vimos una cantidad considerable de pequeños brillantes de color azul, pegados todos ellos muy juntos en el color añil del arco iris. Sin todavía entender nada, arrancamos entre todos esa parte del cuadro, dándonos ya totalmente igual el conjunto. Y mi tía dijo por fin:

—Aquí estabas, diamante Hope. —Y fuimos despegando uno por uno todos los trocitos de diamante que allí había.

—La abuela lo habría roto a pedazos para poder así esconderlo mejor —deduje.

—¡Es increíble vuestra abuela! —exclamó tía Anita en voz alta—. ¿Sabéis que esto es una prueba irrefutable? ¡¡¡y es la clave para librarme de ir a la cárcel! —Y entonces estalló en una carcajada de triunfo de la que no podía parar.

Nosotros, sus sobrinos, rompimos a reír de alegría, a la vez que alguna lágrima de emoción se derramaba por nuestras mejillas. Aquello era el final más feliz al que podíamos aspirar.

1 año después

Entraba en casa justo cuando empezaba a sonar el teléfono. Era ya tarde y al día siguiente tenía que ir a trabajar, pero la ocasión lo merecía: tía Anita volvía a casa, libre, feliz y algo más envejecida. Volvíamos a estar los tres juntos de nuevo, de ahí que hubiéramos hecho una gran celebración esa misma noche.

Con todo el lío del abrigo, bufanda, guantes y bolso, me fue imposible llegar a tiempo al teléfono. Sin embargo, quien llamaba volvió a insistir, y esa vez ya estaba dispuesta a descolgar. A esas horas esperaba que fuera mi hermano, algo se le habría olvidado.

—¿Si? —contesté despreocupadamente mientras me desprendía del calzado.

—¡Sara! ¿Me oyes, Sara? ¡Sarita, soy yo!

Me quedé hipnotizada con una bota en la mano y la otra todavía puesta. Las manos empezaron a agitarse sin control y tras un largo silencio, en el cual empecé a mantener la calma, fui capaz de responder a esa voz:

—¿¿¡¡Papá!!??